sábado, 24 de noviembre de 2018

POLICARPO (LOS MEJOR DE LOS PADRES APOSTÓLICOS)

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ruinas de la plaza del mercado de Esmirna


CARTA DE POLICARPO
La Carta de Policarpo fue escrita como respuesta a una comunicación de los filipenses. Éstos le habían invitado para que les dirigiera algunas palabras de exhortación (Pol. 3); le habían solicitado que transmitiera por medio de su propio mensajero la carta que ellos dirigían a la Iglesia de Siria (Pol. 13); y le habían pedido que les enviara cualquier epístola de Ignacio que hubiera llegado a sus manos.
 Esta carta está íntimamente conectada con las cartas y martirio del mismo Ignacio. Los filipenses recientemente habían dado la bienvenida y escoltado en su camino a ciertos santos que estaban en cadenas (Pol. 1). En un punto posterior en la epístola se ve que Ignacio era uno de ellos (Pol. 9). Se mencionan dos más por su nombre, Zósimo y Rufo (Pol. 9). No es una conjetura improbable suponer que estas personas, cristianos de Bitinia que habían sido enviados por Plinio a Roma para ser procesados allí, se habían unido con Ignacio en Filipos. En este caso habrían sido colocados bajo la misma escolta que Ignacio, y se habrían dirigido con él a Roma, bajo la custodia de los “diez leopardos” (Ignacio, Rom. 5). Queda claro que Ignacio –probablemente de palabra– había dado a los filipenses algunas instrucciones que él daba a las iglesias en general (Filad. 10; Esmir. 11; Pol. 7), que ellosenviaran cartas, y, cuando fuera posible, representantes también, para felicitar a la Iglesia de Antioquía por la restauración de la paz. De ahí la petición de los filipenses, secundada por el mismo Ignacio, de que Policarpo enviara su carta a Siria. 
Queda claro, también, que habían oído, sea por medio del mismo Ignacio o de los que le rodeaban, acerca de las cartas que él había enviado a las iglesias del Asia Menor, en especial a Esmirna. De ahí su ulterior petición de que Policarpo les enviara a ellos estas cartas que tenía en posesión suya. La visita de Ignacio había sido reciente –tan reciente, en realidad, que Policarpo, aunque asume que el santo ha sufrido el martirio, todavía no tiene conocimiento cierto del hecho–. Por tanto, pide a los filipenses, que están varias etapas más cerca de Roma que de Esmirna, que le comuniquen toda información que puedan haber recibido respecto al santo y sus compañeros (Pol. 13).
 Más allá de estas referencias a Ignacio no hay mucho que sea de carácter personal en la carta. Policarpo se refiere a las comunicaciones de Pablo con los filipenses, tanto escritas como orales (Pol. 3; 11). 
La carta, a diferencia de las de Ignacio y en línea de continuidad con las del Nuevo Testamento, no se dirige al obispo o autoridades de la comunidad, sino a la totalidad de ésta: “Policarpo y los presbíteros que están con él a la Iglesia de Dios que reside en Filipos” (Pol. 1). 
Cita la fama de la Iglesia de Filipos en los primeros días del Evangelio, y los felicita por mantenerse en su reputación inicial (Pol. 1; 11). Incidentalmente, afirma que los filipenses fueron convertidos al Evangelio antes que los de Esmirna (Pol. 11), una afirmación que está por entero de acuerdo con las noticias que da el N.T. sobre las dos iglesias. La justa fama de la iglesia de Filipos, sin embargo, había quedado manchada por el pecado de un matrimonio indigno. Valente y su esposa –los Ananías y Safira de la comunidad de Filipos– habían sido culpables de algún acto de codicia, quizá de fraude o falta de honradez. Valente era uno de los presbíteros, y por ello la iglesia era el responsable más directo de su delito. Policarpo expresa su gran pena. Aunque el incidente en sí sólo se menciona en un pasaje, es evidente que ha hecho una profunda impresión en él. El pecado de avaricia es denunciado una y otra vez en el cuerpo de la carta (Pol. 2; 4; 6; 11).
La carta es enviada por medio de un tal Crescente. También les es encomendada la hermana de Crescente, que se propone visitar Filipos (Pol. 14). Policarpo escribe contra la especulación gnóstica, que tiene a Valentín por su portavoz más representativo.
a) Autor y fecha de composición Tenemos más información sobre la vida de Policarpo que sobre Ignacio, pese a que se ha conservado de él una sola carta. Los testimonios más antiguos sobre su persona, aparte de las propias cartas de Ignacio, es el Martirio de Policarpo, en realidad una carta de la iglesia de Esmirna donde informa a la iglesia de Filomelio del arresto, proceso y muerte de Policarpo, redactada poco después de su martirio. Una tercera fuente contemporánea son los datos ofrecidos por Ireneo, que conoció en su juventud al anciano Policarpo: “Policarpo no sólo fue adoctrinado por los apóstoles y vivió en compañía de muchos que habían visto a nuestro Señor, sino también fue nombrado por los apóstoles obispo de la iglesia de Esmirna en Asia, al cual le vimos también nosotros en nuestra juventud, porque él vivió muchos años y en una vejez avanzada, después de haber dado un glorioso y brillante testimonio, partió de esta vida” (Contra las herejías, III, 3,4). O según el testimonio del mismo Ireneo recogido por Eusebio: “Siendo yo niño, conviví con Policarpo en Asia Menor. Conservo una memoria de las cosas de aquella época mejor que de las de ahora, porque lo que aprendemos de niños crece con la vida y se hace una cosa con ella. Podría decir incluso el lugar donde el bienaventurado Policarpo se solía sentar para conversar, sus idas y venida, el carácter de su vida, sus rasgos físicos y sus discursos al pueblo. Él contaba cómo había convivido con Juan y con los que habían visto al Señor. Decía que se acordaba muy bien de sus palabras, y explicaba lo que había oído de ellos acerca del Señor, sus milagros y sus enseñanzas. Habiendo recibido todas estas cosas de las que habían sido testigos oculares del Verbo de Vida, Policarpo lo explicaba todo en consonancia con las Escrituras. Por mi parte, por la misericordia que el Señor me hizo, escuchaba ya entonces con diligencia todas estas cosas, procurando tomar nota de ello, no sobre el papel, sino en mi corazón. Y siempre, por la gracia de Dios, he procurado conservarlo vivo con toda fidelidad… Lo que él pensaba está bien claro en las cartas que escribió a las iglesias de su vecindad para robustecerlas o, también a algunos de los hermanos, exhortándolos o consolándolos” (Hist. Ecl. V, 20,3-8).

La tradición señala al apóstol Juan como maestro de Policarpo; Tertuliano llega a decir que fue consagrado al episcopado por el mismo apóstol (De praescr. haer. 32), y que Policarpo es “el ángel” de la iglesia de Esmirna. Es significativo que ésta sea la única iglesia que se escapa sin reproches del vidente inspirado. “Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y postrero, que fue muerto, y vivió, dice estas cosas: Yo sé tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza, pero tú eres rico, y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, mas son sinagoga de Satanás. No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer. He aquí, el diablo ha de enviar a algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación de diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Ap. 2:8-10). 
Ignacio tampoco deja de recordar la iglesia esmirniota y a su obispo: “Siento gran afecto hacia vosotros y por los que enviasteis a Esmirna para el honor de Dios; por lo cual también os escribo con agradecimiento al Señor, y teniendo amor a Policarpo lo tengo también a vosotros” (Ig., Ef.
La tradición señala al apóstol Juan como maestro de Policarpo; Tertuliano llega a decir que fue consagrado al episcopado por el mismo apóstol.
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21). “Os saludan los efesios de Esmirna, desde donde os estoy escribiendo. Están aquí conmigo para la gloria de Dios, como también estáis vosotros; y me han confortado en todas las cosas, junto con Policarpo, obispo de los esmirnenses” (Mag. 15). “Procura que haya unión –le exhorta–, pues no hay nada mejor que ella. Soporta a todos, como el Señor te soporta. ´Toléralo todo con amor´ (Ef. 4:2), tal como haces. Entrégate a oraciones incesantes. Pide mayor sabiduría de la que ya tienes. Sé vigilante; y evita que tu espíritu se adormile. Habla a cada hombre según la manera de Dios. Sobrelleva las dolencias de todos, como un atleta perfecto. Allí donde hay más labor, hay mucha ganancia” (Ig. a Pol. 1).
fuente: Alfonso Ropero, lo mejor de los padres apostólicos .

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